La respuesta es muy fácil: por puro y sencillo miedo
Estando en la calle, escucho a muchas personas hablar de querer libertad, tiempo, dinero e independencia financiera… Pero cuando le comento la idea de emprender, les cambia la cara. Y esto no es por falta de talento, ni falta de ideas o recursos. Es por puro y sencillo miedo.
Miedo al qué dirán, miedo a que todo salga mal, miedo a no saber por dónde empezar, a que te miren raro, a tener que trabajar mas de lo normal y hasta miedo de gestionar el éxito.
El miedo no es solo al fracaso.
También hay personas que de forma inconsciente le tiene miedo al éxito, miedo a ganar muchísimo dinero, miedo a tener que contratar a personal, miedo a tener que liderar y dejar de ser uno más para empezar a ser el que da la cara.
¿Y entonces qué hacen? Eligen lo fácil.
Un empleo normal, con contrato, con cafetera, con aire acondicionado, una cómoda silla y mil excusas. Buscan un lugar donde todo es muy estable, muy seguro y cómodo. Pero también es muy eternamente lento, sin libertad, sin crecimiento, sin adrenalina y sin futuro.
¿Quieres saber por qué tú también no abres una empresa?
Porque abrir una empresa te pone frente a frente con una realidad. Y es una realidad muy incómoda. Vas a tener que aprender cosas nuevas, inevitablemente vas a tener que fallar, vas a tener que levantarte más temprano y acostarte muy tarde, vas a tener que exponerte y sobre todo vas a tener que pensar, es aquí donde no vas a tener a nadie a quien echarle la culpa.
Y eso, para la mayoría… es demasiado.
¿Quieres un consejo?
Abrir una empresa no es fácil, pero tampoco es que vas a morir en el intento. Es como lanzarte a la piscina con el agua un muy fría, los primeros minutos molesta, pero luego te preguntas por qué no lo hiciste antes.
Y si te equivocas, aprendes. Y si no te equivocas, creces. Pero en los dos casos te mueves, y eso es justo lo que necesitas… moverte, porque, aunque tu sofá está muy cómodo, no te llevará a ningún sitio.




